sábado, 28 de agosto de 2010

El dedito pequeño...

Durante el mes de junio estuvimos desarrollando un taller dirigido a mujeres integrantes de la Asociación de Mujeres de occidente, AMO-Ixquic. El taller se realizó en cuatro ocasiones con cuatro grupos distintos, uno de Totonicapán, otro de Sololá, uno más de San Marcos y el cuarto de Quetzaltenango. Debido a la suspensión de clases en las escuelas por efectos de la tormenta de esos días, en algunos grupos contamos con la presencia también de niños y niñas, pero en la mayoría fueron mujeres de diversas edades, pertenecientes a las etnias Quiché, Tzutuhij, Mam y mestizas. El tamaño de los grupos osciló entre las 20 y 35 personas, entre las que encontramos jovencitas de 15 o 16 años y mujeres mayores de sesenta.

Todas estas mujeres habían pasado por un largo y rico proceso de capacitación. Para las organizadoras, el objetivo del taller era terminar este proceso de una manera festiva con un taller dirigido a hacerlas sentir alegres y apreciadas. En el Colectivo No'j vimos aquí la oportunidad de brindarles también algunas herramientas metodológicas y teóricas para su propio desarrollo personal y para su trabajo como liderezas, desde la perspectiva de la lúdica.

El taller lo iniciamos con una actividad que hemos llamado "Despertares". En ella jugamos a que amanece y se hace tarde, pero no importa, este día nos hemos dado permiso para quedarnos en la cama todo el tiempo que querramos. Incluso en algún momento nos damos el gusto de patalear y manotear como niñita que hace berrinche, al tiempo que gritamos "¡No me quiero levantar!". Finalmente nos vamos levantando, pero poco a poquito, a nuestro propio ritmo; primero con estiramientos suaves en piernas y espalda, jalando los tendones con suavidad desde los pies, hasta que nos incorporamos como si estuviéramos sentadas en la cama. Este momento de los estiramientos desde los pies es de gran importancia porque hay personas que no pueeen hacerlo con facilidad y requieren de ayuda. Quienes facilitan el taller toman en sus manos los pies de las mujeres y con suavidad doblan sus dedos hacia adelante, en dirección de la cabeza, de manera que los tendones y músculos de la pantorrila se estiran y jalan el conjunto de la pierna. Ese momento permite un acercamiento nada común y de gran confianza y delicadeza; permite percibir el estado de cada persona.

Ya sentadas nos vamos tomando el tiempo de ir acariciando, masajeando nuestro cuerpo y comenzamos siempre con el dedito meñique del pie izquierdo, tocándolo con la mano derecha. Luego vamos pasando a cada uno de los dedos de ese pie, seguimos con el pie derecho, pasamos a la planta del pie izquierdo, a la del derecho, subimos a las pantorrillas, a las rodillas, a los muslos, a las nalgas, y en cada momento vamos saludando con cariño a cada parte de nuestro cuerpo, más o menos así: "Buenos días, dedito pequeño, ¿qué tal amaneciste? Disculpá que te he olvidado tanto, que te he golpeado, que no te he cuidado lo suficiente, siendo que vos me das sostén y equilibrio toda la vida, todos los días sin quejarte. Pero hoy te vengo a acariciar y a cuidar y te prometo que de ahora en adelante siempre me voy a acordar de vos y te voy a tratar con mucho cariño..."

Luego de un masaje que recibimos de nuestra compañera de al lado, el ejercicio continúa cuando, todavía sentadas, pasamos a lavarnos simbólicamente la cara. Primero la frente, de donde limpiamos pensamientos que nos dañan; después pasamos a los ojos, de donde lavamos formas de ver negativas y prejuicios; luego lavamos las quijadas, de donde limpiamos los enojos y corajes; después pasamos a quitarnos el maquillaje, las máscaras que presentamos ante los demás por costumbre o por necesidad, y terminamos pintándonos una sonrisa.

Hay que decir que las expresiones de los rostros de todas es siempre maravilloso cuando llegamos al final y el salón se llena de risas y el ambiente de gozo. Se trata de un "juego" que las personas disfrutan mucho y que prepara la actitud para todo el proceso que se ha planificado.

Al momento de evaluar las actividades, este juego de los Despertares es uno de los que más resalta y, curiosamente, el elemento que más suele llamar la atención y que impresiona es la atención que se da al dedito pequeño de los pies.

Lo mismo se ha repetido al recrear este ejercicio en el taller impartido recientemente en Honduras, en este caso con hombres y mujeres.

En la gran mayoría de los casos, estamos hablando de personas que viven en el campo, que tienen que realizar tareas agrícolas duras, hacer largos recorridos a pie por pedregosos caminos, cruzar matorrales, bordear arroyos, saltar charcos, muchas veces cargando sobre sus espaldas y hombros grandes bultos, baldes con ropa para lavar en el río, tinajas con agua y los hijos. Y, claro, los pobres deditos pequeños han perdido la forma y la piel, se han espinado, han chocado con raíces y rocas, han perdido las uñas, se han fracturado, sin que nadie ponga atención en ellos. Incluso las personas más urbanas de estos grupos confiesan que no les dedican mucha atención a sus deditos. Los lavan, sí, pero cuando mucho les pintan las uñas o los esconden en el zapato para que no se vean tan mal. Pero cuidarlos, de verdad cuidarlos... no, nunca hay tiempo.

El dedito pequeño se vuelve así en imagen de sí mismos, de si mismas, olvidadas en el último lugar y sin embargo sosteniendo y equilibrando a la familia, a la sociedad, al mundo. La simobología adquiere una enorme riqueza cuando escuchamos a Guillermina, en Yoro, decir, "Yo hoy descubrí que mi dedito pequeño tiene la misma dignidad que el resto de mi cuerpo y le he prometido que de ahora en adelante lo voy a cuidar y querer más".

Las aplicaciones psicológicas y sociológicas son muy ricas y diversas. Menos evidentes pero también muy ricas son también las implicaciones ecológicas y teológicas que el ejercicio tiene. Lo dejamos para la discusión.
El juego de los Despertares, desarrollado en Yoro, Honduras.

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